Ultima actualización: 21 mayo 2017

La domadora de machos, novela erótica de Juan Caballero Soriano (hacia 1928)

Reseña de La domadora de machos, una novelita de Juan Caballero Soriano que destaca por ser uno de los exponentes de la literatura erótica con contenidos relacionados con el sadomasoquismo que se publicaron en España a principios del siglo XX.

Su referencia: Juan CABALLERO SORIANO: La domadora de machos. Madrid: Prensa moderna, hacia 1928 [colección La novela pasional].

La domadora de machos está incluida en Lily LITVAK, ed.: Antología de la novela corta erótica española de entreguerras 1918-1936. Madrid: Taurus, 1993. P. 437-463

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La historia está ambientada en Nueva York, circunstancia a remarcar porque París solía ser el escenario habitual de relatos como éste. Sin embargo, en La domadora de machos, Juan Caballero Soriano, el autor, parece interesado en describir una atmósfera como de película americana. De hecho, uno de los personajes compara a la protagonista con “una fastuosa estrella de cine de una belleza que da miedo”. (p. 437) Es presumible que el autor tuviera in mente alguna mujer fatal de Hollywood ¿Greta Garbo? ¿Bette Davis?

La protagonista del relato, la domadora de machos, es Nelly Martini, una mujer de un atractivo devastador. Una mujer fatal rubia y de ojos verdes que “le clava a uno la mirada, y no sé por qué siéntense deseos de ponerse a cuatro patas y correr hasta sus pies y dejarse pisotear por ella” (p. 438) Consciente de su atractivo, Nelly lo utiliza para manejar a los hombres a su antojo y darse todos los lujos y caprichos imaginables, incluida su adicción a la cocaína.

Lo advierte uno de los primeros personajes en aparecer, el doctor Pearson, fiscal de la Alta Corte de Justicia de Nueva York, el cual dice “pienso presentar mi dimisión mañana mismo; después de haber visto una tan espléndida mujer, comprendo esas claudicaciones que leía en los libros eróticos procesados y que me hacían condenar a sus autores. Mi consciencia no me permite estar en un puesto en donde necesito señalar inmoralidades, cuando yo soy más inmoral que mis acusados”. (p 439)

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El doctor Pearson conoció a Nelly en el estudio de Teodoro Wyly (p. 448) uno de los pintores más afamados de Norteamérica, al que la diva acudió para que éste le pintara su retrato, imponiéndole una condición: debía pintarlo encadenado, con los tobillos amarrados a una silla: “sin quitarse el abrigo, avanzó Nelly hasta él, sacó la cadenita del estuche y, dándole dos vueltas con ella a los tobillos del pintor, la cerró por los dos extremos con el candadito”. (p. 444). Nelly posa semidesnuda para el artista “con las medias, unas ligas inventadas por el mismo Satanás y los zapatos más cocotescos del mundo”. (p. 450) Finalmente Wyly logra ejecutar el encargo pero acaba siendo otra de las víctimas de Nelly. Un año después aparece completamente arruinado y acabado, enloquecido por ella.

Peor suerte corre otro de los personajes fascinados por la terrible belleza de Nelly: el ganadero californiano Ton Wirria, el cual acaba suicidándose después de arruinarse por satisfacer todos los caprichos de la diva. Como buena mujer fatal que es, Nelly no siente la más mínima compasión por su víctima: “Anoche se pegó un tiro. Un asco. Me llenó de sangre el cuarto de baño pompeyano ¿Por qué no se iría a matar a otro sitio? (p 454)

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El último episodio de esta novelita tiene como protagonista a Zurdun, un boxeador de Bilbao (inspirado, al parecer, en Paulino Uzcudun) que va a Nueva York a luchar por el campeonato mundial de los pesos pesados enfrentándose al actual campeón, el norteamericano Melarneis. Tex Ricartt, el promotor del combate, ha apostado toda su fortuna a favor del púgil americano y para asegurarse el éxito de su apuesta le promete a Nelly dos millones de dólares a cambio de que ella seduzca y deje exhausto al rudo púgil vasco. Efectivamente éste sucumbe ante Nelly y su derrota parece cantada: “aspirante [al campeonato de boxeo] que con aquella otra aspirante [Nelly, que le había “aspirado” de todo al boxeador] iba a quedar como para no aspirar más que a una plaza en cualquiera de estos establecimientos benéficos construidos en la montaña, cara al sol” (p. 462)

Pero llega la noche del combate y, ante la estupefacción de todos, Ricartt y Nelly incluidos, el boxeador vasco Zurdun deja KO a al campeón Melarneis a las primeras de cambio. Conclusión y diálogo final:

“¡¡Zurdun, campeón!!
El judío y la cortesana, anonadados, se miran. El primero, dice:
-¿Pero…?
-Cumplí como debía
-¡He perdido cinco millones!
-Más he perdido yo
-¿Tú?
-Sí, mi orgullo de domadora de machos. Créame, amigo Ricartt, esos españoles no en balde tienen fama de galantes.”  (p. 463)

O sea: los españoles pueden ser tan rudos y toscos como Zurdun, el flamante campeón del mundo de boxeo. Pero nada puede con ellos ni con su orgullo. Ni siquiera esa sexualidad extranjerizante que encarnan Nelly Martini y demás mujeres fatales, domadoras de machos, exaltadas por el cine Hollywood. Una conclusión bien castiza.

WhipMaster

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